Sin tacto
Por Sergio González Levet
La felicitación para mi amigo Renato Alarcón
Guevara, que también cumplió sus 50 años
El 13 de marzo de 1975 un periódico publicó por primera vez un texto escrito por
mí. Cuando vi mi nombre en letras de imprenta, comprendí que ése iba a ser el
imán que atraería mis pensamientos, mis sueños y mis deseos.
Durante medio siglo he tratado de ser fiel al oficio de reportero, a la ética que
exige esta profesión solo propia para ciertos esforzados, y para quienes tienen
alguna proporción de demencia que les permite ser funcionales, y para quienes
están dispuestos a sacrificar las horas felices con tal de conseguir una nota
exclusiva. También es única su capacidad de sobrevivir al elogio y no dejarse
seducir por la vanidad.
Cinco décadas después recuerdo aquel primer texto que tenía el ingenuo título
de “Juan José Arreola, un ingenio mexicano” y en el que trataba de contagiar mi
admiración y mi entusiasmo por quien fue, sin él saberlo, el modelo de creador
que siempre he querido ser. Me lo publicó en el Diario de Xalapa su subdirector,
Froylán Flores Cancela, mi maestro de periodismo y un cómplice con el que me
hermanaba el cariño por el doctor Camilo González, su padrino y mi padre.
Debo reconocer a dos grandes maestros más: el escritor uruguayo Jorge
Ruffinelli y el lingüista boliviano Renato Prada Oropeza, amigos y mentores que se
esforzaron por hacer de mí algo mejor.
No es una decisión que tomé alguna vez y la cumplí para siempre, tampoco
creo que sea un rasgo de mi carácter, pero tengo que confesar que como escritor
y periodista he sido muy desprendido de lo que he publicado. Por esa razón no
conservo en algún archivo personal y en ninguna parte recortes de periódicos o de
revistas en las que he participado, y de los libros que he escrito apenas tengo por
ahí algún ejemplar perdido, aunque sé que están cuando menos en las bibliotecas
personales de muchos amigos y lectores.
Por eso, de aquel texto fundacional solamente tengo el recuerdo, y me acuerdo
que era, obvio, bastante ingenuo, escrito con sintaxis y ortografía pero falto
lastimosamente de prosodia. Considero un gran triunfo íntimo que ahora escribo
cuando menos un poco mejor, según lo que me dicen mis lectores desconocidos,
ésos ¿despistados? que me encuentran en la calle y me felicitan por algún escrito
o por alguna ocurrencia.
He tratado de ajustarme a los cánones de la buena escritura y he tenido la
fortuna inmensa de haber compuesto algunos hallazgos literarios. Tampoco la
gran cosa, sino solamente una buena frase por ahí, dos o tres párrafos que se
acercan a la perfección.
He sido un acucioso artesano de la prosa, lo sé, pero nunca se me dio escribir
como los poetas. Cuando mucho, como decía el maestro Arreola, llegué a
pergeñar algo de poesía prosaica.
Y aquí estoy con ustedes, mis queridos lectores, origen de mis desazones y
fruto de mis alegrías. 50 años después he logrado mantener el entusiasmo del
aficionado y así lo hago día a día, con la esperanza de que alguien abra el
periódico o entre a la página digital, me lea y diga:
—Mira, este canijo no lo hace tan mal.
sglevet@gmail.com