EL «LORD ISSSTE», ¡EN VERACRUZ!

Abr 8, 2025 | Columnas

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ALPIE08ABRIL2025
AL PIE DE LA LETRA
Raymundo Jiménez

El domingo pasado, Eduardo Caccia, un articulista del diario Reforma, recordaba que, en
1980, Mohammad Reza Pahlavi, el exiliado Sha de Irán, estaba enfermo y requería de
tratamiento médico urgente. “Su linfoma ya había hecho estragos, su reino se había
derrumbado y su cuerpo acusaba el agotamiento del tiempo. Fue entonces cuando entró en
escena el doctor Michael DeBakey, una eminencia mundial de la cirugía cardiovascular.
Fama, reconocimiento, entrevistas, medallas. ¿Qué más se necesita para confiarle el bisturí?
Todo, menos lo esencial: la capacidad de hacer lo que tiene que hacer”, cuestionó en su
texto titulado “Incompetencia al mando”.
Caccia refirió que el famoso doctor DeBakey “fue un pionero de la cirugía cardiovascular,
desarrolló técnicas y dispositivos que salvaron vidas, como la bomba de corazón artificial,
las pinzas que llevan su nombre y decenas de instrumentos más. Gracias a él se
perfeccionaron novedosos procedimientos. También fue notable su legado en la reparación
y reconstrucción de vasos sanguíneos. No es casual que le llamaron ‘padre de la cirugía
cardiovascular moderna’”.
Pero el articulista señaló: “DeBakey aceptó operar al Sha fuera de su especialidad. Era un
procedimiento que requería experiencia oncológica y hepática, no cardiovascular. Durante
la esplenectomía DeBakey lesionó el páncreas del paciente, lo que llevó a un desenlace
clínicamente desastroso. El Sha no se recuperó, y muchos consideran que la decisión
quirúrgica precipitó su muerte. DeBakey había hecho miles de cirugías, pero de otro tipo.
El punto focal de esta historia es que se actuó fuera del terreno de la competencia”.
La referencia al caso del Sha de Irán –quien en junio de 1979, cinco meses después del
triunfo de la Revolución Islámica, llegó a refugiarse a Cuernavaca, Morelos, por la presión
que el ex secretario de Estado de EU, Henry Kissinger, y el banquero David Rockefeller
ejercieron sobre el presidente José López Portillo, quien se negaba a concederle la visa de
residencia temporal a Reza Pahlavi– se hace porque casualmente a la nueva administración
del gobierno de Veracruz, que inició en diciembre del año pasado, llegó como titular del
complicado Sector Salud el doctor misanteco Valentín Herrera Alarcón, egresado de la
UNAM y reconocido nacionalmente como una eminencia en cardiología.
Desde 1997, Herrera Alarcón es Médico Adscrito en el Instituto Nacional de Cardiología y
se ha desempeñado como Subjefe del Departamento de Cirugía de Adultos, Jefe del
Departamento de Cirugía de Adultos, Profesor Titular del Curso de Especialización en
Cirugía Cardiotorácica de la UNAM, Subdirector y Director del Hospital Regional “Gral.
Ignacio Zaragoza” ISSSTE y Director del Hospital Regional “Lic. Adolfo López Mateos”.
Pero para erradicar el cáncer de la corrupción que dejaron enquistado en la Secretaría de
Salud no solo las administraciones estatales del PRI y del PAN sino también la del ex

gobernador Cuitláhuac García, de Morena, no se requiere de un especialista del corazón, así
sea el mejor, y tampoco de un oncólogo, sino de un experto en administración pública que
no se deje engatusar por artimañas burocráticas ni por los intereses y negocios personales
de sus mejores amigos.
Por hoy, solo daremos a conocer el caso del maestro Juan Pablo Uribe González, quien,
según el directorio de los Servicios de Salud de Veracruz, se incorporó el 16 de diciembre
de 2024 como Encargado del Área de Apoyo del Director General, o sea, del doctor
Herrera Alarcón.
Uribe González fue denunciado e investigado hace siete años, en junio de 2018, como
subdirector administrativo del Hospital Regional “General Ignacio Zaragoza” del ISSSTE
en Iztapalapa, Ciudad de México –del que fue subdirector y director el doctor Valentín
Herrera–, por acusaciones de nepotismo y cobro de moches a proveedores de servicios y de
medicamentos.
En diversas cuentas de Twitter y Facebook era conocido como #LordISSSTE.