Desde el Café.
Bernardo Gutiérrez Parra.
Esta columneja se iba a titular “Dos ancianos de cuidado” y
en ella me preguntaba cómo es posible que un país como
Estados Unidos que cuenta con 333 millones 530 mil
habitantes, tenga sólo a dos personas cercanas a la cuarta
edad compitiendo por la presidencia de la nación más
poderosa del mundo.
Y es que tanto Joe Biden de 81 años, como Donald Trump
de 79, están más para el asilo que para gobernar una nación
de esas dimensiones.
El cerebro de Biden ya dio lo que tenía que dar. Al pobre
hombre se le van con harta frecuencia las cabras al monte y
cuando no confunde a su esposa con otra mujer, le cambia el
nombre a las personas o de plano lo olvida.
Le sucedió con Kamala Harris a la que llamó “vicepresidenta
Trump” y le endilgó el mismo apellido al presidente de
Ucrania, Volodimir Zelensky. A quien le fue pésimo fue al
secretario de Defensa Lloyd Austin, al que llamó “El tipo
negro”.
La sensatez que lo llevó a la presidencia al vencer a Donald
Trump, se trastocó en insensatez cuando anunció su deseo de
reelegirse después de la tunda que le propinó su rival hace
casi un mes un el debate presidencial, lo que provocó
desconcierto y alarma entre los demócratas.
Hasta el sábado anterior circuló un video donde casi le
suplican que “entregue la estafeta”. Pero no hubo respuesta.
Viejo, achacoso, con problemas auditivos, la memoria muy
deteriorada y para colmo con Covid, Biden siguió montado
en su macho y se aferró a su capricho. Hasta que ayer por la
mañana anunció que se baja de la contienda y dio su apoyo a
Kamala Harris, con lo que es casi un hecho que la
vicepresidenta resulte candidata.
De ser así, Kamala Harris peleará la batalla de su vida y el
futuro de los Estados Unidos contra un anciano del Partido
Republicano mitómano y sociópata, que no tiene para
cuando morirse.
El atentado que sufrió Donald Trump la semana anterior y
del que se salvó por un verdadero milagro, lo convirtió de
golpe y porrazo en un titán a los ojos de la mitad de los
norteamericanos que quieren que regrese a la presidencia.
Tras el atentado, Trump llamó a la unidad y dijo que
gobernará para todos. Pero puro cuento.
En la Convención Republicana que lo nominó candidato,
volvió a las andadas al anunciar que una vez en la
presidencia cerrará la frontera con México en su totalidad,
pondrá aranceles a las exportaciones mexicanas y deportará
(a México, naturalmente), a cientos de miles de
indocumentados centroamericanos y connacionales a los que
volvió a calificar de ladrones, violadores, drogadictos y
narcotraficantes.
Es decir, está endureciendo el discurso que lo llevó a la
presidencia en 2017… y está multiplicando sus adeptos.
Kamala Harris, que aún no ha sido nominada candidata,
comenzó con el pie derecho su camino rumbo a la
presidencia porque cuenta con el apoyo del 87 por ciento de
los delegados demócratas.
El problema es que Donald Trump sigue punteando en las
encuestas a nivel nacional y dice que Dios está con él.
Por el bien de México y si tantito me apuras lector, por el
bien de la humanidad, ojalá que esa frasecita sea otra de sus
mentiras.
bernardogup@hotmail.com