El Embajador en Islas Fiyi
Por Sergio González Levet
El 1º de diciembre de 1976, José López Portillo tomó posesión como Presidente
de México. Después de varias fintas en las que se cayeron muchos políticos, Luis
Echeverría se había decidido por su Secretario de Hacienda y el amigo de su
infancia, y parecía que el destapado sería una figura dócil ante el poderoso político
que traía ínfulas de destacar en el ámbito internacional.
Ya Echeverría había coqueteado en su sexenio con la idea de ser el líder de los
países del Tercer Mundo, pero no logró cuajar su ilusión. Al término de su
mandato, buscó infructuosamente colocarse el frente de algún organismo
internacional, la ONU incluso.
Luis Echeverría como ex presidente no siguió las reglas del juego de la
“dictadura perfecta” (Vargas Llosa) del PRI, y trató de tener un protagonismo
inusual que debilitaba la presidencia de José López Portillo.
El deterioro en la relación de los antiguos amigos no tardó mucho en
presentarse, y el exmandatario se volvió una persona molesta para el régimen,
porque no quiso bajarle ni una raya a su protagonismo.
En 1977 había sido designado por JLP como embajador de México ante la
UNESCO, pero ese movimiento no fue suficiente para que se alejara de los
reflectores en el país.
Don Roberto Casillas Hernández, quien fue Secretario Particular del presidente
López Portillo, contaba en confianza con amigos cómo había sido la decisión de
nombrar a Luis Echeverría en las Islas Fiyi.
Corrían los últimos días de octubre de 1978, don José aún no cumplía dos años
de Gobierno. Una tarde llamó al doctor Casillas y le ordenó:
—Consígame un globo terráqueo.
Don Roberto movió al Estado Mayor en Los Pinos y unos minutos después
entró a la oficina presidencial rodando un globo de un metro de diámetro. El
Presidente lo tomó, puso a México en la cima y después volteó la esfera y
encontró que en la antípoda estaba Fiyi, un conjunto de 333 islas que se
acababan de independizar del Imperio Británico siete años atrás.
Así, el 7 de noviembre de 1978 Luis Echeverría fue mandado a un exilio lejano,
y en el año que estuvo por allá vio disminuida para siempre su presencia y su
influencia en México. De esa forma, se acabaron sus sueños guajiros.
De regreso al planeta y a nuestros días, no puedo afirmar que el hecho es real,
pero es cierto que hay el rumor de que Claudia Sheinbaum también pidió un globo
terráqueo cuando tomó le decisión de a dónde mandar al impresentable
Cuitláhuac García.
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