Sin tacto.
Por Sergio González Levet.
Vamos a ver: Manuel Huerta Ladrón de Guevara es un luchador social histórico de
la izquierda veracruzana y un político profesional; una persona bien formada
ideológicamente. He ahí por qué se reúne tranquilamente a dialogar con los
reporteros del Grupo de los Diez, lo que para algunos novicios de la política es un
suplicio y para los corruptos es un verdadero terror.
Y lo hizo repetidamente durante la época del oscurantismo inquisitorial del
esperpento de butifarra que dizque gobernó al estado durante seis años. Es un
hombre congruente y bizarro.
Pero basta de tantos elogios, que a él no le gustan ni es el caso.
La charla corrió el peligro de caer en un enfrentamiento irremediable de dos
formas de ver al mundo y a las acciones de gobierno. Hubo desencuentros y
encontronazos, pero desembocó felizmente en un acuerdo de voluntades
dispuestas a encontrar consenso entre los disensos.
El Senador por Veracruz pasó de un discurso ríspido en favor de la Cuarta
Transformación y en contra del pasado pluscuamperfecto del prianismo a una
explicación coherente de lo que él considera que se está haciendo bien en el
Gobierno de Claudia Sheinbaum.
No todo está mal, aceptamos los periodistas, aunque tampoco todo es perfecto,
concedió el representante popular.
Lo más importante de todo es que se logró un ánimo de diálogo, de escuchar y
de hablar con un mismo propósito de recibir y enunciar ideas, todo con la vista
puesta en la mejora de las situaciones del país y del estado.
Eso me recuerda que en 1995 en Italia, dos grandes pensadores se enfrentaron
a través de varias cartas en una polémica abierta que fue publicada por la revista
itálica Litoral. Y miren nada más quiénes fueron: Umberto Eco, uno de los
principales lingüistas y cabeza teórica de la izquierda mundial, y el cardenal de
Milán, Carlo María Mariani, un intelectual de derecha con reconocimiento también
planetario. Ambas mentes poderosas y encontradas lograron entablar el diálogo
porque partieron de un principio que fue ver en qué pensamientos generales
coincidían, para de ahí cotejar y enfrentar las diferencias.
El resultado de esa discusión originó un libro muy recomendable: ¿En que
creen los que no creen?, que publicó en México en 2014, traducido al español, la
Editorial Taurus.
A lo que voy es que esas cumbres del pensamiento humano pudieron encontrar
puntos de acuerdo y de diálogo gracias a su apertura hacia el otro, lo que hace
posible que los enemigos, los adversarios, los opositores se reúnan y encuentren
consensos.
En el caso de Manuel Huerta y la prensa libre y profesional de Veracruz, eso ha
sido posible. Faltan los demás.
sglevet@gmail.com