Sin tacto.
Por Sergio González Levet.
Arturo Zaldívar tuvo que salir a los medios a tratar de explicar lo inexplicable.
Quiso hacerle al Rubén Valenzuela, el vocero de Fox, cuando decía: "Lo que el
Presidente quiso decir…"
Pero no le salió de ninguna manera.
Es que nada podía hacer después de la confesión plena e universal de Andrés
Manuel López Obrador de que muchas veces habló directamente con el entonces
Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y le ordenaba "muy
respetuosamente", je je, que desviara la ley en favor de los intereses del Poder
Ejecutivo.
Si AMLO tuviera un jefe, seguramente lo habría terminado de correr después de
este error mayúsculo, que le va a traer consecuencias legales funestas, antes o
después de que entregue la Presidencia de la República. Las barbaridades que
hace y las que dice en su tribuna de Palacio, hecha a modo con aplaudidores
también a modo, le hubieran valido la renuncia inmediata si tuviera una persona
por encima de su cargo. Pero resulta que AMLO está en la más alta investidura
del país y no hay por eso quien lo ponga en orden, quien lo llame a la cordura.
Es que ¿a quién se le ocurre confesar un delito de la manera tan publica como
lo hizo el Presidente en su mañanera del miércoles pasado? Y conste que no es la
única vez que se ha ido de la lengua y ha aceptado que no respetó la Constitución
y las leyes que de ella emanan. Sí, nuestra Carta Magna, esa que juró defender.
Bueno, el Presidente sí tiene un jefe, el pueblo de México, que ya lo está
llamando a cuentas en las plazas públicas y en las benditas/malditas redes. Antes
de lo que él piensa, el pueblo le va a exigir que se ajuste a lo que le mandató en
las elecciones de 2018 y a que ejecute las leyes en contra de sus familiares y de
sus amigos, que han robado a mansalva.
Bueno, el pobre Arturo Zaldívar -que dejó la magistratura para irse de vocero
obsequioso de la campaña de Claudia Sheinbaum- se presentó ayer a balbucear
ante Ciro Gómez Leyva que él nunca recibió alguna indicación o alguna orden del
Presidente cuando presidió la SCJN.
O sea que ¡desmintió a López Obrador! -lo que en los modos de la 4T es un
suicidio político- y se enredó entre sus mentiras y su temor de enfrentarse al
patriarca.
Dijo, oiga usted, que el Presidente no era abogado y que por eso no sabía lo
que decía. O sea que le llamó ignorante. Y no contento con eso, mintió sobre lo
que había declarado el Mesías tropical y negó que hubiera dicho lo que soltó tan
campante en su tribuna nacional.
Tal vez Arturo Zaldívar piense que salió del embrollo de alguna u otra forma,
pero lo que le queda en el corto plazo es que lo van a desterrar, a donde sea que
esté la Siberia mexicana.
sglevet@gmail.com