EL HOMBRE

Ago 2, 2024 | Columnas

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Sin tacto.

Por Sergio González Levet.

Está en su Palacio atrincherado, más empoderado que nunca y sin embargo lleno
de miedo, de dudas, de encono contra los enemigos que él mismo se inventó: los
conservadores, los oligarcas, los fascistas, los imperialistas.
Tiene muchos temores pero es más su enojo contra el tiempo ineluctable,
contra esos días y esos meses y esos años que se pasaron tan rápido.
Resuena en su mente, modificado, el verso de Neruda: Es tan corto el poder y
es tan largo el olvido.
Las espesas paredes no dejan oír el ruido de la calle y no obstante el hombre
escucha en su cerebro alucinado los gritos y los insultos del pueblo encolerizado
con él, ese mismo pueblo que tanto parecía quererlo en los mítines que le
armaban sus colaboradores.
Las espesas paredes… espesas como su conciencia de luchador social vencido
por la ambición.
Ah, el tiempo y sus mudanzas que no perdonan.
¿Qué hacer ante el fin inexorable?
¿Volver a comprar conciencias y simpatías con ese dinero que ya no alcanza
para mantener el régimen, para ganar elecciones con los puros votos?
¿Usar la fuerza de las armas para matar o desaparecer a los líderes visibles?
¿Deshacer a punta de balazos las manifestaciones espontáneas que sacan a las
calles y a las plazas a miles y miles de ciudadanos hartos?
¿A quién citar, dios? ¿Con quién aliarse ahora sí para que ayude a soportar la
pesada carga del poder?

El hombre desatina y piensa que el mundo se volvió loco porque todo está
ahora contra él. ¡Contra él, que tanto ha luchado por los pobres, por la justicia y la
igualdad!
¿Que ya no lo quieren? ¿Qué quieren que se vaya? Bueno, pues metralla
contra ellos, cárcel y tortura, guerra sin cuartel. Porque entregar el trono, ¡nunca!
El tiempo, el tiempo, el tiempo, por qué pasa tan pronto. Por qué se van los
años así de repente. A qué demonio insano se le ocurrió que el poder no fuera
eterno.
Recuerda un libro que leyó de joven. Lo busca en su abundante biblioteca, ésa
llena de libros que nunca leyó. Lo encuentra y cita la primera estrofa:
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer;
cómo después de acordado
da dolor;
cómo a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Mira hacia el balcón, pero no se atreve a acercarse a la ventana. Allá afuera
están ellos, los ciudadanos que sojuzgó y a los que les quitó la vida y la felicidad.
No los ve y sin embargo los siente. Percibe su enojo, su rabia, su hambre de
justicia.
Sabe que vienen por él…

sglevet@gmail.com