Sin tacto
Por Sergio González Levet
Mexicanos que viajaban a España en los años 70 del siglo pasado regresaban
asombrados porque habían visto que en las calles de Madrid los guardias civiles
andaban armados con ametralladoras y pululaban por todas partes de la ciudad.
Les chocaba ver tanquetas de la GC con soldados armados hasta las uñas que
pasaban continuamente por las avenidas madrileñas. Contaban que la ciudad
parecía en estado de sitio.
En esos tiempos de paz y seguridad en México, esa visión era algo totalmente
alejado de nuestra realidad.
Tanto revuelo militar de los gachupines era por los atentados que había
cometido ETA, el grupo terrorista que luchaba por la autonomía del País Vasco y
la separación definitiva del Estado Español.
El 20 de diciembre de 1973, una enorme carga de dinamita explotó en la calle
Claudio Coello, en pleno centro de Madrid, y mandó a volar el automóvil del
almirante Luis Carrero Blanco, entonces Presidente de España. Era un Dodge
3700 GT de casi 1800 kilos de peso, que terminó en la azotea de la Casa Profesa,
una institución religiosa que estaba a un lado de la Iglesia de San Francisco de
Borja. También voló, pero al cielo, el almirante Carrero Blanco.
Después, el 13 de septiembre de 1974, la ETA hizo explotar una bomba en los
baños de la Cafetería Rolando, situada en la calle de Correo, a escasos metros de
la Plaza del Sol de Madrid. La bomba causó 13 muertos y medio centenar de
heridos.
Esos atentados terroristas causaron una gran conmoción en la sociedad
española, que se empezaba a dirigir al fin de la dictadura por el precario estado de
salud de Francisco Franco, y pensaba que España se enfilaba a una época de
mayores libertades y finalmente inmersa en la democracia.
Las bombas asesinas mataron también la tranquilidad de los españoles de a
pie, quienes empezaron a vivir en un estado de alarma permanente. La periodista
Victoria Prego lo definió perfectamente:
“No estalla el pánico, pero se instala el miedo. Y el silencio”.
Lo que siguió después en España es historia, pero lo recuerdo ahora ante la
idea de que la violencia terrorista que hace medio siglo nos parecía una
barbaridad se ha instalado en nuestro México y es parte de nuestra vida diaria.
Muertos y atentados por decenas; levantones y secuestros en todas partes;
asesinatos a plena luz del día, televisados en vivo a través de las redes sociales;
guerras callejeras en Sinaloa y Tabasco…
La violencia que nos parecía algo monstruoso e incomprensible se ha instalado
en nuestras vidas como algo normal y cotidiano.
¿Qué nos pasó? ¿A qué hora y cómo nos hurtaron nuestra felicidad? ¿Cómo
permitimos que eso nos sucediera?
Ahí las preguntas sin respuesta…
sglevet@gmail.com