Sin tacto.
Por Sergio González Levet.
Cada día aparecen más en nuestra habla cotidiana dos conceptos que son
relativos al clima. Y hay un número creciente de personas que los utilizan como si
fueran parte de su conocimiento. Son el fenómeno de El Niño y el de La Niña.
Que si está lloviendo mucho, pues nada, es El Niño que nos trae fritos. Que si
hay una sequía y nos azotan calores infernales… pues la culpable es La Niña.
Los meteorólogos explican en tres patadas qué es El Niño y qué La Niña -de
forma similar a como los ingenieros en sistemas nos enseñan a usar un aparato
electrónico- y quedamos pasmados ante lo dicho, porque terminamos por no
entender nada.
Trataré por eso de explicar -y explicarme- con palabras entendibles e ideas
asimilables lo que son esos esos infantes climáticos. A ver si no me meto en un
embrollo insalvable.
Empecemos por el nombre. Este fenómeno fue llamado así por los pescadores
de las costas de Perú porque se hace notar de manera más intensa en diciembre,
y lo relacionaron con el nacimiento del niño Jesús. Y como La Niña es un
fenómeno exactamente contrario a El Niño, primero le quisieron poner el Antiniño
o la Bestia, pero no pegaron.
Bueno, ¿qué demonios es El Niño? Es un ciclo natural producido en buena
parte por los vientos alisios, con el cual la superficie del Oceano Pacífico se
calienta más de lo normal, especialmente a la altura del ecuador y en las costas
de América del Sur y América Central. Ese calor da lugar a humedades que se
traducen en lluvias copiosas en las costas occidentales del Continente Americano.
Y qué digo lluvias, más bien diluvios concentrados que nos tienen a mal traer,
como lo que estamos sufriendo ahora.
Y La Niña es la otra parte del fenómeno, porque lo que hace es enfriar la
superficie del Pacífico, y entonces vienen sequías y calores como los que
acabamos de padecer en abril y en mayo.
Es claro que esos chiquillos no tienen toda la culpa de los desastres que
padecemos cada vez de manera peor, porque el calentamiento global producido
por la mano depredadora del hombre es el verdadero villano y las travesuras
infantiles se traducen en grandes tragedias.
Tanto El Niño como La Niña se presentan de manera irregular y con diversas
intensidades. Han sido particularmente dañinos El Niño de 1972 y 1973 y el de
1997 a 1998, y La Niña de 2016, que provocó que los corales se blanquearan en
todo el Pacífico y que muchos incendios arrasaran Australia.
Leo en Wikipedia que los “fenómenos de El Niño y La Niña suelen producirse
cada dos o siete años. Mientras tanto, las temperaturas oceánicas y los patrones
de precipitación se vuelven más regulares. Sin embargo, los patrones no están
perfectamente claros: un El Niño fuerte no significa necesariamente que la
siguiente La Niña será particularmente intensa, y viceversa”.
Como le pasó a una vecina a la que le nacieron cuatitos, este año tuvimos Niña
y Niño, y por eso hemos sufrido tantas calamidades. Pero no se preocupe tanto
por eso, que los años siguientes serán peores…
sglevet@gmail.com