EL PROFE ESTEBAN Y LAS ARTESANÍAS

Ago 26, 2025 | Columnas

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Sin tacto

Por Sergio González Levet

Allá por 1974 pasé un día por Naolinco en compañía de don Roberto Levet
Guiochín, que a la sazón contaba con 84 años de edad muy bien vividos. El tío
Robert, como le decíamos de cariño sus numerosos sobrinos, era lo que se
llamaba un viajante de comercio: recorría las tienditas de abarrotes de los pueblos
y levantaba pedidos para las fábricas de la ciudad de México, sobre todo en el
ramo de la mercería: botones, hilos, broches, agujas, seguros de ropa, tiras de
bies, encajes de guipiur…
Pasamos pues por Naolinco hace 50 años y el tío me contó que él había
estudiado allí la primaria hacia fines del siglo XIX.
—Y creerás, chobino, que el pueblo está igualito que hace 70 años —me dijo sin
asombro—. Parece que el tiempo no pasara por él. Siguen haciendo los mismos
botines de rechín, marca Victoria, que mi primo Onesto, tu abuelo, se manda a
hacer especialmente porque calza del número 30 y no hay zapatería que tenga
ese tamaño.
Y si Naolinco permaneció igual por casi un siglo, si mi tío Robert viviera aún y
pasara ahora por ahí, hubiera tenido que reconocer que había llegado un cambio
fundamental en el último medio siglo.
¿Qué fue lo que sucedió? Que los artesanos zapateros por fin encontraron una
forma de desarrollar su artesanía, pues se fueron a León, Guanajuato, donde la
vida no vale nada pero el calzado vale oro, y aprendieron nuevas técnicas de
producción, mejoraron sensiblemente la calidad de su producción y conocieron
formas de comercialización mucho más afectivas.

La artesanía perdida entre los temperamentales cerros de la sierra naolinqueña
floreció y se convirtió en una industria próspera, que ahora le da sustento y
riqueza a dueños y empleados y que ha fortalecido la economía de la región.
Me entero a través del área de comunicación de la Legislatura (saludos, amigo
Silverio) que el titular de la Jucopo, el profesor Esteban Bautista, y varios
diputados más participaron junto con funcionarios del Gobierno del Estado y del
Ayuntamiento de Acatlán en el programa para construir el mercado del calzado, en
donde los artesanos de ese lugar podrán ofrecer sus productos en mucho mejores
condiciones de comercialización, tanto para ellos como para los clientes, que irán
llegando en número creciente en la medida en que se haga conocido el lugar.
Acatlán dista unos cuantos kilómetros de Naolinco y hasta ahí llegó la fiebre del
calzado, al grado tal que muchos acatlanenses aprendieron el oficio del cuero
curtido y a él se dedican con éxito.
Las artesanías mexicanas son oro puro cuando sus creadores aprenden a
comercializar sus mágicos productos y actualizan sus técnicas de elaboración
para mejorar la calidad de todo lo que comercializan.
He ahí una excelente oportunidad para llevar caminos que conduzcan a la
modernidad y a la mejora continua de nuestros pueblos olvidados.
Y eso el profe Esteban lo sabe muy bien… y lo ejerce.

sglevet@gmail.com