Por Inocencio Yáñez Vicencio.
Cualquier escrutinio sobre el partido de la Revolución, debe partir de la aparición de ese puñado
de hombres y mujeres que tomaron las armas contra la dictadura de Porfirio Díaz.
La persistencia de relaciones semifeudales que venían desde la Colonia, caracterizadas por un
latifundio pernicioso y una gran hacienda que sumía al peón en la más ignominiosa explotación,
agravada por compañías deslindadoras que despojaban a los que habían heredado sus parcelas de
padres a hijos, suscitó el deseo de muchos de terminar con esa estructura cuasiesclavista, pero
también hubo quienes únicamente querían un cambio del personal que por más de treinta años se
había entronizado en el gobierno. La familia Madero, que pertenecía a las élites dominantes, con
Francisco I. Madero, logran aglutinar un abanico amplio de fuerzas antiporfiristas, hegemonizando
su visión política sobre la social. Porfirio Díaz, sale de la Presidencia, sin tocarle su patrimonio, lo
que le permite vivir en París, mejor que como lo hacía en México. Daniel Cosio Villegas, en diez
tomos que coordina no pudo encontrar, lo que Jorge H. Jiménez, hizo, descubrir su enorme
corrupción, dando cuenta en un estudio que realizó en los Estados Unidos, que no hubo una
inversión importante o gran empresa donde los Díaz, no aparecieran como accionistas.
Para todos los estudiosos, las elecciones a qué convocan los revolucionarios en 1911, son las más
limpias de la historia y como no iban a serlo, si Madero pierde la XXVI Legislatura. No son los
revolucionarios los que dan el Cuartelazo. El Cuartelazo lo dan los neoporfiristas contra la
democracia. Es la derecha la enemiga de la democracia. Son los contrarrevolucionarios los que se
oponen a qué la democracia se instale súbitamente y obligan a los revolucionarios a un proceso
democrático gradual, dijera José Woldenberg, a una democracia por goteo.
El golpe del Chacal Victoriano Huerta, radicaliza a los revolucionarios. Los revolucionarios de 1914,
ya no sólo se proponen el cambio de gobierno, se proponen también un cambio de la estructura
económico – social. Convocan un constituyente en 1917, que de entrada es ejemplar al enviar Luis
Manuel Rojas, presidente de esa asamblea, al cesto de la basura la propuesta del encargado del
Poder Ejecutivo y a la vez, porque cada artículo es producto de una libre discusión y negociación.
La libertad que otorga Venustiano Carranza, es su mayor mérito. Es cierto que cobra relevancia y
reconocimiento más por ser un programa que por ser ley, pero muestra la voluntad de realizar un
cambio por la vía institucional, voluntad que queda muy bien ilustrada desde que Lucio Blanco, fue
frenado en el reparto que hizo en Matamoros, porque los revolucionarios querían que se hiciera
por vía de la ley y por medio de las instituciones que se crearían para tal objetivo.
Fue a partir del programa plasmado en la Constitución de 1917, que se disolvió gran parte del
sistema latifundista y el sistema de Haciendas, para liberar al peón y se hizo justicia a todos los que
legítimamente demandaban la restitución y el reparto de la tierra, se creó una red de escuelas
primarias, secundarias, normales, técnicas y universitarias; clínicas, hospitales, lotificaciones,
viviendas; se rescataron los recursos petroleros, se llevó la energía eléctrica al 95 por ciento de los
hogares, se elevó la expectativa de vida de los mexicanos de 32 a más de 70 años…
En 1929 fue creado el Partido Nacional Revolucionario, antecedente del PRI, para organizar el
respaldo del proyecto revolucionario y someter la permanencia de los hombres y mujeres que
hicieron la Revolución al escrutinio popular y dirimir pacíficamente sus diferencias.
Consecuentemente, al principio, dos fuerzas electorales se disputan el Poder. Por un lado, los
revolucionarios. Por el otro, los contrarrevolucionarios y todos los grupos, sectores y clases
afectados por el reparto agrario, expropiación, las políticas sociales y la modernización que
obligaba a la separación de esferas y la terminación de privilegios.
Mientras la legitimación revolucionaria avasallaba, también avasallaba en las elecciones, pero en
la medida que la sociedad se diversificó, los revolucionarios tuvieron que atenerse más a votos
que no estaban ligados a su obra y que cambiaban de acuerdo a una opinión pública controlada
por medios en manos de patronales, capitales, iglesias y grupos que combatían el poder,
identificado al PRI con el Poder.
Es cierto, los revolucionarios, fundaron un Estado, le dieron una Constitución, para que las
propiedades de mando y obediencia pasaran de la persona a las instituciones, para instituir un
gobierno de leyes y no estuviéramos a merced del humor del gobernante en turno, pero sus
adversarios, al identificar al poder con el PRI y al poder con un botín, identificaron al PRI con la
corrupción y la contienda electoral se trasladó del campo de las ideas al campo de la moral,
llevando al electorado no a escoger un proyecto social sino un proyecto moralista y obviamente,
sólo se puede acusar de corrupto a quien está en el poder o maneja recursos públicos.
La lucha contra un supuesto corrupto permite englobar a todos los contestatarios y enemigos del
poder, que se nutren del servicio que le prestan todos los que no hacen distingos entre buenos y
malos políticos, que califican a todos de corruptos y terminan por abominar la política, dando
origen a un movimiento populista que se ubica fuera de la política y hace política atacando a la
política, ofreciendo acabar con las mafias del poder, acabar con la clase política corrupta.
En México, AMLO y Morena, identificaron tanto el poder político como botín, que al llegar a la
presidencia, no han hecho otra cosa que saquear a la nación, pero como no les basta un sexenio,
se han propuesto destruir todo lo que permita su relevo y ser llevados a la justicia por sus
fechorías.
Hoy, como resultado de una entrevista a Pablo Gómez, el periódico Excélsior, titula: Enterrarán
reglas electorales del PRI. No son reglas del PRI, porque fueron producto de un consenso y en ellas
se encuentran y se identifican y hasta se reconocen propuestas del mismo Partido Comunista, en
que Pablo militaba y que resultado de los foros de 1977, ese partido recibió su registro; pero si son
del PRI, porque fueron votadas por mayorías priistas. Pero eso no es lo peor que ha dicho, lo peor
es que dijo: Vamos a ejercer nuestra fuerza… mostrando que no tiene razones ni argumentos, que
no sea esa cantaleta de que son reglas tomadas de Alemania. Ni siquiera sabe que mucho antes
que la República Federal existiera, hay un debate abierto por darle a todos los votos
representación y que lo que está proponiendo es quitárselos. Por otra parte, repite la aberración
de Claudia Sheinbaum, que en lugar de actuar como jefa de Estado, actúa como jefa de una
facción, al decir que el pueblo no quiere ni pluris ni tanto dinero para los partidos. Tanto quieren
consultar al pueblo, bueno sería que consultaran los impuestos. Con esto, desde ahora, sabemos
que quieren dejar votos sin representación y que en virtud de que Morena, tiene el presupuesto
federal y de los estados, no necesita, pues tiene apoyo y estructura paralela del crimen
organizado.
Su propuesta de sustituir los actuales consejeros del INE por consejeras electos de tómbola,
apuntan a convertir el control de las elecciones que es de hecho, en formal y legal, para, como
Porfirio Díaz, realizar elecciones simuladas.
La Reforma Electoral, que propone Morena, lo dice muy claro Excélsior, busca destruir lo que el
PRI hizo, que únicamente conociendo su historia, puede reconocerse y valorarse.
La embestida que hoy recibe el andamiaje democrático, que en palabras del morenista Pablo
Gómez, no es con razones sino usando toda su fuerza, evidencia que el odio al PRI, es odio a la
democracia de todos estos seudoizquierdistas y vividores de la política.
