Sin tacto.
Por Sergio González Levet.
El pasado domingo fue de un gran frescor para los mexicanos, y no me refiero
solamente al tiempo atmosférico, que estuvo cañón, sino al espectáculo de ver a
un pueblo volcado en las plazas y en las calles en defensa de la democracia
nacional, esa entelequia priista que se nos volvió realidad apenas hace unos años
y que hemos tratado de conservar celosamente todos los ciudadanos que
creemos en la paz, en la convivencia y en la posibilidad de lograr una vida mejor
en medio de las divergencias; en la solución de los conflictos por la vía de la
negociación, que es la mejor siempre.
Isaac Asimov, el gran escritor y científico, decía que la violencia es el último
recurso que emplean los inteligentes porque siempre resulta el más oneroso, y no
se refería solamente a lo económico.
En Xalapa, debajo de la llovizna pertinaz que es parte fiel de la vida cotidiana, la
marcha de los paraguas tuvo su curso en la Plaza Lerdo y ahí miles de capitalinos
gritaron sus consignas, pidieron la libertad de elegir y se dispusieron a escuchar
las arengas de los oradores destinados para esa ocasión.
Y ahí la sorpresa: tomaron el micrófono tres jóvenes veracruzanas, libres de
partidos y prejuicios políticos -entendido el término “político” en su peor acepción-.
Una a una levantaron sus voces frescas como el clima y dijeron sus verdades,
ésas que están en la boca y la mente de muchos mexicanos que ya no aguantan
la violencia que les quita la tranquilidad, el patrimonio y la vida; que están hartos
de la soberbia dictatorial del Presidente de la República; que quieren un futuro
mejor para todos que no tenga nada que ver con este presente de miseria
intelectual.
Me quedo con el discurso de Lya Schuster D’Oporto, una muchacha xalapeña
que levantó la voz con entereza, sin miedo, y le mostró a los funcionarios y a los
directivos del partido oficial que ella es parte de una generación que abjura de las
mentiras dichas miles de veces en las mañaneras del patriarca de papel, que
exige justicia, que quiere libertad para forjar el mundo en el que quiere vivir.
La voz sin partido de Lya resonó fuerte en la Plaza Lerdo que ha escuchado
antes tantos lamentos y tantas exigencias. Su mirada y su presencia valiente
trajeron esperanza en los que vienen a ocupar los lugares de los adultos, de los
viejos.
Ahí está una excelente carta para jugarla en el nuevo tapete de la política
apartidista; ahí están muchas organizaciones ciudadanas empujando para que ella
pueda llegar al Congreso.
Ahí está la notable dirigente juvenil de Poder Ciudadano en Veracruz.