Sin tacto.
Por Sergio González Levet.
Cuentan de un señor que tenía dos hijos: uno era un optimista sin remedio y el
otro era un pesimista irredento. Cuando llegaron las fiestas de Navidad nuestro
amigo se dispuso a darles sendos regalos a sus tesoritos, y en el afán de
equilibrar los ánimos decidió darle algo muy valioso al pesimista y una bicoca al
optimista.
Por esa razón, los dos hermanos vieron que había algo para cada uno debajo
de sus camas. El mustio recibió las llaves de un Lamborghini Diablo, un auto
deportivo carísimo, mientras el campante encontró una caja de zapatos llena de
caca de caballo.
—¿Qué te tocó, hermano? —preguntó el alegre a taciturno.
—Uf —contestó el otro—, nuestro padre de dio un coche deportivo último
modelo. ¡Qué horror! ¿Te imaginas lo que voy a gastar de gasolina? ¿Y el pago de
la tenencia? Y con toda seguridad voy a tener un accidente con ese motor tan
poderoso. ¡Qué desgracia de regalo!… pero tú, ¿qué recibiste, hermano?
—Yo estoy feliz porque papá me hizo un regalo prodigioso —grito el alborozado
optimista—. Me dio un hermoso caballo pura sangre con el que voy a ganar
muchas carreras y mucho dinero. Mira, ¡ahí está una caja con su caca!
Eso del pesimismo y el optimismo tiene que ver con el tema de la insatisfacción
generalizada que padecemos como parte de la sociedad contemporánea. Los
comerciantes, que en esta etapa del desarrollo humano son los dueños del
mundo, decidieron que las personas insatisfechas, si son convenientemente
orientadas por la publicidad, se convierten en consumistas en un grado crónico.
Por eso la publicidad y la comunicación en general están orientadas por los
mercadólogos a crear un sentimiento de descontento universal.
¿Cómo lo hacen? Pues simplemente utilizando los canales de información
como fuentes de desinformación, y para eso les cayó como anillo al dedo el
libertinaje de las redes en Internet y su penetración casi total en el planeta.
Haga usted un sencillo análisis de la información que lee constantemente en la
red de redes y verá que tiende en su mayoría a aconsejarle que deje a un lado los
pequeños placeres cotidianos que disfruta en su vida. ¿Qué le gusta tomar café
con leche? Pues el café produce gastritis crónica, afecta a la mente y los nervios.
Y la leche, ¡uta!, esa produce inflamación intestinal, engorda y es cancerígena.
Todos los gustitos que nos damos para alegrar la vida resultan pésimos a los
ojos de los comerciantes, y así nos obligan a buscar sucedáneos que salen más
caros: en lugar de azúcar, edulcorantes; en lugar de lácteos, leche de soya, de
coco o de almendra; en lugar de harinas, productos sin gluten… y así por el estilo.
La cosa es que nunca podemos estar satisfechos porque no falta alguna
información que nos echa a perder la vida…
Y de esta manera muchos terminan creyendo que con salir a comprar vamos a
ser por fin felices.
Y usted, ¿gastó bien su aguinaldo?
sglevet@gmail.com