NATALIA LAFOURCADE, EN CONCIERTO.

Dic 31, 2024 | Columnas

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Sin tacto.

Por Sergio González Levet.

Natalia es arte y esencia, alma y voz (que es susurro de palmas, ternura de brisa).
Se formó musicalmente desde Coatepec para el mundo, al abrigo de la
paciencia didáctica de su madre, la maestra María del Carmen Silva Contreras,
quien creó para ella y para su voz única el método Macarsi de enseñanza musical,
que ha regado dones por todos los resquicios de la musicalísima tierra jarocha. Su
padre es también músico y maestro de músicos, el chileno-mexicano Gastón
Lafourcade Valdenegro, y no podía ser menos para la eclosión de arte que
burbujea a borbotones en todas las manifestaciones de nuestra diva forjada tal en
Coatepec.
La formación de Natalia (qué ganas de llamarla Nati, como seguramente le
decían, niña aún y rebosante de picardía, en las escuelas y las calles y las fincas
de la tierra del café, de su tierra veracruzana)… su formación, entonces, se dio
entre las maravillas de la creación natural, hechas belleza pura a fuerza de
humedad y de orquídeas. Pero ahí en esa tierra mágica también abrevó del
conocimiento con artistas y creadores de alto nivel, todos esos que pululan en la
región cultural de la Atenas Veracruzana.
Natalia Lafourcade ha hecho una carrera profesional firme, portentosa e
inolvidable como casi nadie en México, incluidos los grandes señores de la
música. Su CV dice que es “cantante, compositora, actriz, productora musical,
arreglista, diseñadora, activista y multinstrumentista mexicana”, aunque Wikipedia
se queda corta al no señalar que es genial en cada una de esas ¿actividades?,
¿vocaciones?, ¿vidas?

Decir los reconocimientos a su arte es apenas esbozar la grandeza de su
creación: cuatro Grammys, 17 Grammys Latinos, cinco premios MTV Video Music
Awards Latinoamérica; ninguna mujer ha logrado tanto.
Sin embargo, todas esas medallas y trofeos y diplomas no dicen plenamente lo
que Natalia es para la música mexicana, porque además de autora e intérprete ha
sido la mecenas que ha mantenido la viveza del son jarocho con sus aportes de
amor y tenacidad al lado de Los Cojolites y del gran Ricardo Perry, colega querido
de la Facultad de Letras de la UV. El Centro de Documentación del Son Jarocho
en Jáltipan revivió de entre sus escombros después del terremoto de 2017 gracias
a la magnanimidad de nuestra artista. Desde entonces, cada canto y cada taconeo
que se oye en la renovada casa tiene el sabor y el olor y el corazón de Natalia
Lafourcade.
Y me faltó hablar de cómo hizo llorar al gran director Gustavo Dudamel en el
Hollywood Bowl cuando cantó con su orquesta Mi tierra veracruzana, de cómo la
respetan tantos y tantos músicos, de cómo le dio nueva vida a las canciones
inmortales de Agustín Lara, de…
Natalia es eso, pero mucho más. Y acá en Veracruz sabemos qué tiene su voz
que fascina y qué tiene su voz tan divina, que en mágico vuelo le trae consuelo al
corazón jarocho.

sglevet@gmail.com