Sin tacto
Por Sergio González Levet
Me platica un amigo que fue en la Ciudad de México con unos amigos a un bar y
que después de pagar la cuenta dejó unas cuentas monedas de propina. Iba ya en
la calle cuando lo alcanzó el mesero que los había atendido y le reclamó que
solamente le hubiera dejado unos pesos.
—Oiga, —le dijo en tono indignado— lo que dejó no es ni el cinco por ciento del
servicio.
Mi amigo le respondió que en realidad no había puesto atención en lo que le
había puesto de propina, pero como el servicio que les había dado no era algo
extraordinario, pues no pensaba que se mereciera un óbolo mayor.
La discusión terminó en que mi amigo le dijo tajantemente que no le iba a dar
más dinero y el otro se regresó al bar rumiando invectivas y claramente enojado.
Pero la cosa no pasó a más.
Lo singular en este caso es que el camarero salió a reclamar al cliente como si
éste tuviera obligación de pagarle cuando menos el 10 por ciento de la cuenta.
Obligación… he ahí el meollo del asunto…
La propina en los restaurantes, bares, loncherías, taquerías y todos los
negocios similares de México, es toda una institución… aunque no está regulada
por ninguna ley. Sí, no hay ningún reglamento o ley que señale la exigencia de
que los comensales (¿o bebensales?) aporten de su bolsillo, libre de impuestos,
una paga adicional que generalmente es de 10 por ciento pero que en ciertos
lugares, si alguien se deja, llega hasta el 15 por ciento.
Si usted al pagar decide no dejar ni un céntimo a quien le atendió, no hay
manera legal de que lo fuercen… y se puede ir tan campante. Eso sí, no se le
recomienda que regrese porque va a sufrir una atención como la que le daba un
chinito a un grupo de amigos que todos los días se reunían en un café… de
chinos. Resulta que esos canijos se dedicaban a burlarse del oriental, quien con
una paciencia de Job aguantaba las bromas. Todo siguió así por varios meses,
hasta que un día uno de ellos se compadeció del compatriota de Confucio e hizo
ver a sus compañeros que lo que hacían no estaba bien. Todos terminaron
coincidiendo y llamaron al mesero para decirle que ya no lo iban a molestar en
adelante. El aludido mantuvo su hieratismo oriental y sólo les contestó.
—Bien, entonces chinito ya no les va a escupil el café.
Pero lo cierto es que la propina es una paga que le damos los clientes al
mesero y que aprovechan muy bien los propietarios, porque al contratar los
servicios de un mozo o una moza, los patrones bien que consideran ese
sobresueldo en el que él no pone un quinto. “Te voy a pagar tanto, más las
propinas”, le dicen al pobre empleado y éste no tiene más remedio que aceptar.
Ahí tiene una oportunidad el Gobierno de la 4T de reducir 10 por ciento la
inflación, en lo que respecta a alimentos preparados.
¿Qué tal?
sglevet@gmail.com