Sin tacto.
Por Sergio González Levet.
Es verdaderamente notable la enjundia que pone el gobernador Cuitláhuac García
Jiménez en copiar los modos, las andanzas y los pensamientos de su tlatoani, su
patriarca, su hacedor, Andrés Manuel López Obrador (“Por él supe todo cuanto
supe”, hubiera dictado el poeta Renato Leduc).
Primero fue la imitación del habla tabasqueña, que terminó por ser un acento
que va y viene entre las eses aspiradas y el inevitable cantadito xalapeño. Luego
hacer las mañaneras Región 4 con una actitud de perdonavidas que ha rayado
más en el ridículo que en la suficiencia, tanto por su lenguaje entrecortado como
por su falta de ilación.
En las últimas, fue Cuitláhuac ponerse a practicar beisbol en domingo con unas
jugadas alejadas de lo atlético y de lo estético, que no pudo disimular el mejor de
sus fotógrafos y menos el más ducho operador del Photoshop.
Pero el colmo fue esa necedad de inaugurar obras inconclusas y querer darlas
por terminadas, que es la cereza en el pastel de la picaresca presidencial, con un
Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles con goteras y sin accesos carreteros. O el
Tren Maya, que ha sido inaugurado en abonos y es la hora que no puede quedar
completo en su giro por la Península de Yucatán, con epicentro en el rancho
amlista de nombre singular posicionado en Palenque, Chiapas. O la refinería que
lo único que ha producido es una candidata postiza al Gobierno del Veracruz y
varias fortunas de familiares, compadres y cómplices.
Pues en Xalapa Cuitláhuac no se quiso quedar atrás, y dispuso el sacrosanto
evento de puesta en marcha del flamante edificio de las oficinas centrales del
Colegio de Bachilleres del Estado de Veracruz.
La ceremonia fue a todo bombo y platillo, con pompa y circunstancia, y la
presencia de funcionarios de la Cuarta Transformación veracruzana. Tuvo lugar el
día del señor del 22 de enero y estuvo ahí como anfitrión de la fiesta postiza el
postizo director general del Colegio, que se llama… bueno, el nombre es lo de
menos porque el señor es tan gris como las paredes de los bachilleratos que
supuestamente administra.
Ya va para dos meses que Cuitláhuac dio por terminada la obra, y es la hora en
que los baños no sirven, que no está completado el servicio de luz eléctrica, que
no hay Internet.
Así que el edificio y la inversión que en él se hizo siguen esperando un factótum
que culmine los trabajos de Hércules y estén por fin en servicio las oficinas que
albergarán a medio millar de empleados, quienes mientras tanto siguen hacinados
y en peligro en tres casas de la Avenida Américas, que están casi por
derrumbarse.
Nomás falta que al ignoto mandatario estatal se le ocurra invitar a AMLO a que
inaugure por segunda ocasión esta obra inconclusa, como su cerebro.
sglevet@gmail.com