Sin tacto
Por Sergio González Levet
Cualquier extranjero que llegue a México y se ponga por primera vez atrás del
volante de un automóvil tendrá una experiencia más surrealista que una novela de
Kafka, más irreal que una declaración del patriarca macuspano, más estrambótica
que un poema de Góngora.
Y todo es porque quien maneja en nuestro país se encuentra con que hay leyes
que regulan el tránsito y el comportamiento de los choferes y de las maquinas, es
cierto… pero da la casualidad de que nadie respeta todo lo que ordenan los
diversos reglamentos viales.
El forastero que pretende conducir en el entorno de nuestras calles llenas de
hoyos de los baches y de protuberancias de los topes tiene que enfrentar varias
encrucijadas. Son retos del intelecto que los conductores oriundos resolvemos
sobre la marcha e inspirados en una imaginación desbordada que nada tiene que
ver con los fundamentos de la física tradicional y menos con la cuántica.
Trépese usted a su coche, métase en una avenida, analice lo que hace y se
dará cuenta de que vivimos en un país sin ley vial, sin reglas para dirimir la
movilidad, al arbitrio del poder de las relaciones influyentes o de la solución
igualadora de la mordida.
Para empezar, es muy probable que esté estacionado en un lugar prohibido, y
de ahí sale sin poner las direccionales y sin voltear para atrás por si viene algún
vehículo en nuestra misma ruta (si es así: que se pare el c4br0n). Entra en el carril
de baja velocidad, en donde por lo general hay autobuses o taxis arbitrariamente
parados y por eso se pasa al de velocidad media, también sin avisar a los de
atrás. Casi inmediatamente acelera a fondo y se mete al carril de alta, lleno de
camiones pesados que tienen penado ir en esa vía.
Mientras ha hecho todo ese desbarajuste, ha echado mano del ruido
ensordecedor del claxon a diestra y siniestra, y ha tocado las cinco mentadas
notas que todo el mundo reconoce: tutu-tu-tutu. También le ha echado la nave a
los de junto y ha usado la defensa delantera como un ariete que hace eminente su
superioridad física y… humm… moral.
Que si hay que salir de la avenida, pues a dar la vuelta en el último momento;
que si el semáforo está en preventiva, pues a acelerar aunque ya casi esté el rojo;
que si vamos a frenar, hacerlo cuando estamos a punto de alcanzar al de
adelante.
Un foráneo que tomó clases en alguna de nuestras especializadas escuelas de
manejo seguramente se aprendió casi de memoria el Reglamento de Tránsito al
uso, pasó el examen de habilidades conductoras que nadie aplica y pensó que
con eso ya se podría aventar en la jungla de cemento y asfalto, y salir cuando
menos con vida.
Pero es que en México nadie respeta las leyes… las viales y las otras, por eso
hay tantos corruptos y tantas dispensas para rectores que rebasaron la edad, para
funcionarios que no cumplen todos los requisitos, para ignorantes que se compran
un título al vapor, para inelegibles que se vuelven candidatos sin todas las de la
ley.
Por eso…
sglevet@gmail.com
