Sin tacto
Por Sergio González Levet
La geografía de los partidos políticos en Veracruz está cambiando
vertiginosamente en la medida en que se aceleran los tiempos de preparación y
consolidación de los posibles contendientes con rumbo a la elección grande de
2030, que marcará el futuro del país y probablemente la última oportunidad de
supervivencia de la democracia nacional, tan en peligro por los embates del
autoritarismo.
En 2024, haiga sido como haiga sido, Morena se instaló como el partido
preponderante con una efusión más bien capital, que logró ventajas de hasta
millones de votos. Fue una victoria tan aplastante que difícilmente se podrá
igualar, con los dos millones de votos de la candidata a la gubernatura Rocío
Nahle inéditos e irrepetibles por su voluminosidad.
Pero en 2025, apenas un año después del arrebato electoral de la 4T, el
horizonte electoral sufrió cambios drásticos y las aguas volvieron a su nivel
comprensible, cuando el piso de votación de Morena para las alcaldías se
estableció alrededor del millón de votos y los partidos de oposición tuvieron
oportunidad de vender caras sus derrotas y salir airosos al menos en la dignidad.
Sorprendió el crecimiento de Movimiento Ciudadano, que consiguió en las
urnas 41 alcaldías, aunque le quitaron dos en los escarceos postelectorales.
También obtuvo 120 regidurías, suficientes para ser una fuerza de equilibrio que
no podrá ser ignorada.
En números redondos, los naranjas se alzaron con 600 mil votos, que los
colocaron como la segunda fuerza electoral del estado y mandaron a PAN al
tercer lugar. Precisamente los blanquiazules vieron perder a poderosos
integrantes de su estructura y perdieron la hegemonía que habían tenido en varias
regiones, como la zona conurbada Veracruz-Boca del Río-Medellín y la zona de
Tantoyuca, que parecía inexpugnable.
Todos vimos cómo el PRD se extinguió y perdió el registro tal vez para siempre,
tullido por sus propias limitaciones.
De la mano de Alito Moreno, el PRI siguió su firme caída hacia el abismo de la
indiferencia ciudadana, y permanece como un testimonio histórico, como un
vestigio dinosáurico de un pasado de gloria al que le quedan solamente algunos
estertores.
Pero si el PRI tiene firmada su sentencia de muerte, quedan de él grupos
supervivientes que reagrupados pueden regurgitar como una fuerza visible para
los próximos eventos comiciales, si hay alguien que consiga sumar voluntades,
revivir esperanzas y renovar viejos pactos.
Viene en pos de esa fuerza dormida un nuevo partido que se empeña en
resucitar las alianzas y congregar a las generaciones. Estará listo para empezar a
competir, solo, en 2027, y en 2030 será sin duda una pieza inevitable en el ajedrez
político.
Y a veces, un simple peón bien colocado puede ser definitivo para alcanzar la
victoria. Todo es cosa de estrategia.
sglevet@gmail.com