Sin tacto.
Por Sergio González Levet.
Un joven amigo mío me preguntó por qué tendría que ir él a la marcha en favor de
la democracia del próximo domingo 18 de febrero.
Pensé en un principio en echarle un rollo sobre la defensa de nuestras
instituciones y nuestras libertades. También contemplé hablarle sobre las faltas y
los excesos del presidente Andrés Manuel López Obrador, y cómo estaba usando
toda la fuerza del Estado para imponer a su candidata por sobre la opinión de los
ciudadanos. Se me ocurrió decirle que la presencia de todos urgía para salvar al
país de la incapacidad de gobernar de los funcionarios de la Cuarta
Transformación.
Pero no. Lo que me salió de la inspiración fue contarle cómo participé a los 15
años en las marchas del movimiento del 68 en la Ciudad de México y pude ver
cómo cientos de miles de muchachas y muchachos como yo salíamos a las calles
para pedirle al régimen de aquel PRI que hubiera democracia en México y que
pudiéramos elegir libremente a nuestros gobernantes.
Le conté cómo caminábamos llenos de alegría y cómo nos sentíamos felices de
estar en una convivencia cívica que más parecía una fiesta juvenil, que era
divertida, con muchos cuates alrededor y chamacas bonitas por todos lados.
Y le tuve que decir también cómo ese gobierno de un sátrapa nos golpeó, nos
encarceló y nos mató. A nosotros, que éramos el futuro del país y la esperanza de
un México que crecía y se convertía en una de las naciones más importantes del
mundo.
Finalmente, le expliqué que aquel movimiento cambió para siempre la vida
política de México, y de ahí el régimen tuvo que ir haciendo concesiones hasta
que desembocamos en la primera transición, con el triunfo del candidato panista
Vicente Fox contra todo el aparato, el dinero y la fuerza del Gobierno.
—Mi vida quedó marcada también por esas marchas —le confesé a mi joven
amigo—, pues mal que bien hicieron de mí una persona preocupada por las
libertades ciudadanas, por nuestra capacidad de decidir el gobierno que
queremos, por la vigencia de la democracia.
¿Por qué tendría que ir él a la marcha? Pues para aprovechar la fiesta que es
una concentración masiva y pública; para sentir la imborrable sensación de ser
parte de un movimiento popular -éste sí verdadero- que quiere una mejor vida
para todos; para empezar a aprender que tenemos una responsabilidad en la vida,
que es estar al lado de nuestros prójimos -de nuestros próximos- para exigir
justicia, capacidad y honorabilidad a quienes estén en el gobierno.
Al ver su mirada honesta y refulgente, creo que algo logré con mi historia, y así
como él espero que vayan muchos jóvenes a la marcha del próximo domingo 18
de febrero, para decirle al sátrapa actual que no estamos solos y que no puede
engañar a una nación entera.
Vamos a ser millones (aunque nos cuente Martí Batres).
sglevet@gmail.com