Sin tacto
Por Sergio González Levet
Por fin una neumonía/ mató a don Mario y están/ las campanas todo el día/
doblando por él, din dan.
La partida de Vargas Llosa (1936-2025) señala al último de los mohicanos del
boom latinoamericano, que se centró junto con él en otros tres novelistas: Julio
Cortázar (1914-1984), Carlos Fuentes (1928-2012) y Gabriel García Márquez
(1927-2014).
Si, como vemos, las edades no los unifican generacionalmente, sí coincidieron
en sus mejores años de producción literaria: La muerte de Artemio Cruz de
Fuentes, es de 1962; Rayuela de Cortázar y La ciudad y los perros de Vargas
llosa datan de 1963, y Cien años de soledad de García Márquez fue publicada en
1967.
La verdadera impulsora del boom latinoamericano fue la agente literaria
catalana Carmen Balcells, que tuvo la idea de publicar a autores latinoamericanos
en las editoriales de Barcelona, que son las más poderosas de habla hispana. No
por nada Vargas Llosa le decía “la mamá grande del boom latinoamericano”.
Bien, Mario Vargas Llosa se definió por dos características únicas, en lo literario
por su enorme capacidad técnica y sus estudios de doctorado, y en lo ideológico,
por su vuelta a la derecha después de haber sido un entusiasta glorificador de la
Revolución Cubana, cosa que nunca le perdonaron Julio Cortázar, un embebido
promotor de la Revolución Sandinista; Gabo, que nunca dejó su amistad profunda
con Fidel Castro ni su apoyo a Cuba, y Carlos Fuentes, que se manejó siempre en
los límites de una izquierda liberal y moderada, y veía con malos ojos a los
conservadores.
De su capacidad como escritor dan cuenta las verdaderas hazañas sintácticas y
literarias que lo llevaron a escribir una novela muy compleja narrativamente,
Conversación en catedral (1969) -tal vez, como el Ulises de Joyce, una obra de
innovación escrita más para escritores que para lectores-. Pero también se
arriesgó con el uso del humor en Pantaleón y las visitadoras, en la que convierte
en lenguaje literario el formato de los oficios burocráticos, y con La tía Julia y el
escribidor, con la que hace gala de sus habilidades para hacer de guiones
radiofónicos una narración espectacular.
Mario también se arriesgó en escribir -re-escribir, diría yo- a partir de Los
sertones, un clásico de la literatura brasileña, de Euclides da Cunha, que convirtió
en La guerra del fin del mundo, una novela histórica y romántica de altísima
calidad.
La obra de Vargas Llosa fue muy grande también en lo cualitativo. Sumó más
de 20 novelas, tres libros de cuentos, dos obras para niños y varios volúmenes de
ensayo. Entre estos últimos destacan García Márquez, La historia de un deicidio, y
La orgía perpetua, sobre Madame Bovary de Flaubert. También escribió unas diez
obras de teatro.
Y por si fuera poco, llegó a escribir textos en portugués y en catalán.
La Semana Santa es una buena oportunidad para meterse en los libros de
Vargas Llosa y releerlos, que es el mejor homenaje que se puede hacer a tan
enormísimo escritor.
sglevet@gmail.com