ZALDIVAR, EL PROTAGÓNICO

May 16, 2024 | Columnas

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Sin tacto.

Por Sergio González Levet.

Su denodado protagonismo hundió a Arturo Fernando Zaldívar Lelo de Larrea y lo
tiene convertido, del ministro que fue de la Suprema Corte respetado por sus
conocimientos jurídicos, en un títere veleidoso a las órdenes de los más ocultos
deseos y pasiones del presidente Andrés Manuel López Obrador, de la candidata
Claudia Sheinbaum y de los más fanáticos seguidores de la autollamada Cuarta
Transformación.
Después de una provechosa carrera académica como alumno y como
catedrático, el nacido en Querétaro fue nombrado Ministro de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación el 1º de diciembre de 2009, y el 2 de enero de 2019, a un
mes de la toma de posesión del presidente López Obrador, fue electo Ministro
Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en donde cumplió un
periodo de cuatro años bastante cuestionado, por su inocultable sojuzgamiento a
los caprichos del titular del Poder Ejecutivo.
Eran públicas y notorias sus visitas al Palacio Nacional, en calidad de servidor y
no de representante del Poder Judicial, y sus múltiples sentencias de él y de sus
ministros allegados en favor de los designios del Presidente de la República.
Hasta el último día del año 2022, AMLO gozó de la voluntad servil de Zaldívar,
lo que le permitió hacer y deshacer en la Suprema Corte, al grado de que llegó a
manifestar su famosa y desdichada frase de “A mí no me vengan con que la ley es
la ley”.
Arturo Zaldívar reveló en su actuación como ministro una personalidad
equívoca, orientada hacia el desplante y el exhibicionismo. Tal vez su tono de voz
aniñado, aflautado (similar al que padeció Francisco Franco y que sufre también el
exgobernador Javier Duarte) le provocó, si no un trauma, sí varios complejos que

se proyectaban en una necesidad extrema de figurar en cualquier evento, de
querer despuntar en las conversaciones, de llamar la atención hacia su persona
de manera enfermiza.
Y por esa necesidad de hacerse notar cayó víctima de su propia soberbia. Sus
excesos en la defensa de AMLO, de Claudia y de lo que han hecho desde el poder
lo tienen convertido en un bufón de palacio, en el hazmerreír hasta de los propios
por su falta de estilo a la hora de soltar mentiras a diestra y siniestra en los medios
y en cuanta tribuna se le ofrece al pobre hombre.
Cuando pienso que quien haya llegado a ser Presidente de la Suprema Corte
de Justicia de la Nación es una persona solvente en su moral y en su
conocimiento, que debe estar por encima de los devaneos personales, cuando veo
cómo Arturo Zaldívar ha pisoteado su prestigio y su pasada representación, no
imagino qué pensarán otros que gozaron y honraron el más alto puesto a que
puede aspirar un profesional del derecho en nuestro país.
Pienso por ejemplo en uno de los veracruzanos más prestigiosos, en don
Guillermo Ortiz Mayagoitia, orgullo de su tierra, que goza de la admiración, el
afecto y el respeto de sus paisanos, de sus colegas y de los mexicanos. Ahí está
un ejemplo de cómo se puede cruzar el pantano sin mancharse el plumaje. Ahí
está un Presidente de la Suprema que honró el cargo y honró su persona.
Qué Pena con Arturo Zaldívar, con ese abogado convertido en un cadáver
político, en una piltrafa, por la máquina de deshacer de la Cuarta Transformación,
agazapado a la espera de que Claudia le tire algún hueso.
Qué pena.

sglevet@gmail.com