Sin tacto
Por Sergio González Levet
Cuando Ricardo Ahued Bardahuil anunció que había sido invitado por la en ese
entonces gobernadora electa Rocío Nahle García a ser Secretario de Gobierno, en
el cuerpo edilicio se planteó el dilema de quién debía ser su sucesor y junto con
ello el problema de cómo debía ser el sucesor de un presidente municipal que
había hecho en tres años una administración eficaz, cercana, sensible a los
ciudadanos; una administración por cierto totalmente opuesta a la desgracia que
había significado para la capital de Veracruz la alcaldía de cuatro terribles años de
Hipólito Rodríguez Herrero, un chilango chairo que fue conocido como el
estreñido, porque dicen que llegó al Ayuntamiento, se sentó ¡y no hizo nada!
El problema para quienes tenían que dilucidar la sucesión era cómo debía
comportarse el designado, que tendría todo un año por delante para continuar o
mejorar la excelente presidencia del licenciado Ahued.
La decisión de qué persona sería no tuvo problema porque el propio alcalde
saliente se ajustó a lo que dicta la ley y desde el anuncio de que pediría licencia al
puesto dejó ver claramente que sería llamado su suplente, el Maestro en Derecho
Procesal Alberto Islas Reyes, un profesional distinguido tanto en el ejercicio
privado como en su desempeño dentro del sector público.
¿Qué tendría que hacer el nuevo edil? Una alternativa era que siguiera a pie
juntillas el programa de trabajo que había diseñado y desarrollado Ricardo Ahued,
peeeero… nunca segundas partes fueron buenas y por más que el sustituto
tratara de emular al original, no es lo mismo Los tres mosqueteros que Veinte
años después, en referencia a las dos novelas de Alejandro Dumas una buena y la
otra mala.
La otra posibilidad para el que llegaba era dar una vuelta de tuerca e imprimirle
una dinámica totalmente diferente a la comuna, cuando estuviera bajo su mando,
peeeero… en un año y un mes -que es el plazo que le quedaba para gobernar- es
imposible echar a andar un programa de gobierno diferente al que lleva
caminando tres años.
Los que le saben a la política municipal y a la administración pública temían que
sucediera una u otra cosa, y Alberto Islas llegó a dar la sorpresa, la grata
sorpresa.
Decidió, para bien de la ciudad capital, darle continuidad a la obra social y material
del presidente Ahued Bardahuil, pero le aportó su particular visión. Es decir, los
trabajos en el Ayuntamiento siguieron el mismo rumbo, y sin embargo se apreció
la mano eficiente de un funcionario que ha sido exitoso y honesto en sus
responsabilidades anterior.
Por eso Alberto Islas demuestra que es el mejor alcalde para Xalapa, después
de gran alcalde que fue Ricardo Ahued. Y para eso se necesita madurez, carácter
autoestima y valor, ni más ni menos.
sglevet@gmail.com