CUANDO GANAR UNA ALCALDÍA ES SINÓNIMO DE ROBAR

Abr 21, 2025 | Columnas

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Desde el Café

Bernardo Gutiérrez Parra
En su conferencia del lunes anterior, la gobernadora Rocío Nahle
dijo cosas interesantes como que no se meterá en el proceso
electoral, tan es así que ni siquiera ha revisado quiénes son los
candidatos de su partido a las alcaldías. Si esto es cierto (y no tengo
por qué dudar de la señora), sería la primera vez que un gobernante
no sólo de la entidad sino del país, se mantiene al margen de estos
menesteres. Algo histórico.
También agregó: “Yo dije hace un año que nunca más haya una
campaña de odio, discriminación o campañas sucias en Veracruz.
Exhorto respetuosamente a todos los candidatos para que sus
campañas sean de propuestas y acercamiento porque eso es lo que
quiere el pueblo”.
Será interesante saber qué tanto caso le harán candidatas y
candidatos.
Tras puntualizar que difícilmente colaborará con alcaldes que hayan
ganado propalando campañas de odio, dijo que trabajará sin distingo
de partidos con munícipes proactivos y propositivos que quieran a su
pueblo.
“Primero hay que preguntarle a la persona por qué quiere ser
presidente municipal. ¿Por qué quieren ser? Pues porque quieren
ayudar a su pueblo. Eso es lo primero”.
Pero en eso se equivoca.
Al menos desde el 2017, ayudar al pueblo ocupa el lugar quinto o
sexto en la lista de prioridades de la mayoría de sujetas y sujetos que
llegan a una presidencia municipal.

Lo primero en que se ocupan recién toman posesión es en recuperar
lo invertido; lo segundo es en apalabrarse con tipos que conozcan el
manejo de empresas fantasma y otras transas; lo tercero es ponerse
de acuerdo en el porcentaje que se repartirán; el cuarto punto es
recibir las millonarias ganancias y si sobra para pavimentar una calle
o pintar una escuela con eso habrán cumplido.
Sí, sé que no faltará quien pregunte: ¿acaso el ORFIS y la Fiscalía
General del Estado están pintadas?
Pues como si lo estuvieran.
La deuda de los ayuntamientos en la Cuenta Pública del 2023 fue de
33 mil 89 millones de pesos. Lo que representó un incremento del
12.2 por ciento en relación a la del 2022. Pero en el 2024 se disparó
a 137 mil 823 millones de pesos. ¡Cuatro veces más que la del 2023!
Y quiero que me digas lector, cuántos presidentes municipales se
están tronando los dedos por la preocupación, cuántos han declarado
ante las autoridades o cuántos están en prisión al no poder
comprobar en qué gastaron el dinero que correspondió a sus
ayuntamientos.
Otra cosa; los munícipes que entraron en el 2017 junto con los que
terminarán su cuatrienio en diciembre de este año, han sido los más
improductivos en la historia de Veracruz.
¿Todos?
Casi todos.
De los 129 alcaldes que tiene Morena en la entidad, casi todos tienen
al menos un par de millonarias observaciones en sus Cuentas
Públicas. Y a éstos les siguen los del Partido Verde, el Partido del
Trabajo, PRI y PAN, porque nadie se ha quedado al margen del
jaleo de la transa y el chanchullo. Es decir, desviar recursos públicos
se ha convertido en un mal crónico.

Para esta elección los morenos vaticinan que su partido obtendrá 190
de las 212 alcaldías; casi el carro completo. Y cada alcalde o
alcaldesa llegará con ganas… con muchas ganas… de lo que te estás
imaginando lector, que no es precisamente ayudar a su pueblo.
¿O acaso alguien cree que alguno de los 212 ganadores pensará en
pasar a la historia como el munícipe más honrado el día que tome
posesión del cargo?
Es vergonzoso que casi todos los presidentes municipales lleguen a
las alcaldías con el deseo literal de robar, porque (salvo rarísimas y
contadas excepciones) es a lo único que van. Y para muestra los
informes del ORFIS que en los últimos años han señalado
“inconsistencias” en al menos el 90 por ciento de los ayuntamientos.
“Si están pensando en el poder por el poder, van por el camino
equivocado” dijo Rocío Nahle a los sujetos y sujetas que dentro de
unos días irán en busca de una de las 212 alcaldías en disputa.
Y si escucharon a la gobernadora, la advertencia les entró por un
oído y les salió por el otro. Porque por muy equivocado que sea el
camino de meterle mano al cajón del erario, es sin duda el más
redituable.
O como dijo un filósofo del siglo anterior ahogado de borracho y a
todo pulmón en una cantina: “Si no es para robar, a qué carajos se
mete uno en la política”.
bernardogu@hotmail.com