CLAUDIA, SOLA

Oct 2, 2024 | Columnas

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Sin tacto.

Por Sergio González Levet.

Los mexicanos tuvimos oportunidad de conocer a una persona que había sido una
desconocida hasta ayer. Se llama Claudia Sheinbaum Pardo, sola, y es la nueva
Presidenta de México.
Hasta que recibió la banda presidencial que por fin se quitó Andrés Manuel
López Obrador, pudimos ver quién era ella por sí misma, y no a través de la
repetición literal, sumisa, alienadora del discurso de quien fue su factótum, su
Mesías, su Patriarca.
Por esa magia de la transmisión del poder que inventamos los mexicanos y lo
perfeccionamos durante el siglo del priismo, Claudia se invistió del aura mágica
que la convierte en la jefa máxima de las instituciones. A ella. Sólo a ella.
Y así pudimos ver a una política con un pasado, con una historia, con una
personalidad y con algunas ideas propias, que se fueron asomando por primera
vez entre la cauda de las ocurrencias de su hacedor, que repitió hasta la ignominia
durante los seis años del obradorato.
Hay quien opina que su obediencia perfecta hacia el Patriarca fue la estrategia
de una política inteligente que supo allanar el camino -lleno de abrojos para su
dignidad- con el que pudo llegar a la cima.
Obediencia perfecta… la sumisión de la Sheinbaum fue inmaculada ante el
poder de AMLO, tan pulcra que parece artificial. Hasta los más rendidos
adoradores de alguien, repente cometen sin querer un error, una indiscreción, una
distracción. Pero ella en su papel de delfina fue todo lo servil que era necesario
para mantener la evasiva confianza del líder, vuelto loco con el poder… y con el
mantenimiento del poder, sobre todo.

La presidenta Claudia tuvo dos momentos en su día inicial que revelan su
escalada hacia la independencia: uno, la invitación a la toma de posesión girada a
la Presidenta de la SCJN, Norma Piña, que estuvo sentada en un lugar de honor
pese a la manifiesta molestia del Peje saliente; dos, el anuncio de que hoy mismo
estará, acompañada de los miembros más prolijos de su gabinete, en la zona
devastada de Acapulco, para llevar auxilio y calor personal a los damnificados que
nunca pudieron acercarse al presidente anterior, a Andrés Manuel, que tanto
quería a los pobres… pero lejos de él.
Esos dos signos de autonomía levantaron la esperanza de millones de
mexicanos que consideran que Andrés Manuel fue un peligro y una desgracia para
el país.
Pasarán los días y los años, y el tiempo cambiante nos irá develando,
revelando, quién es realmente Claudia Sheinbaum Pardo, sin la escoriación, el
forúnculo, la postemilla que la acompañó durante seis años.
Señoras y señoras, ante ustedes: Claudia, sola.

sglevet@gmail.com