Sin tacto.
Por Sergio González Levet.
Tremenda desilusión se llevará quien compre el libro “Cómo hacer cosas con
palabras”, pensando que es otro manual de autoayuda como hay tantos, del tipo
de “Cómo ganar amigos e influir en las personas” (Dale Carnegie, 1935) o “Cómo
agradar a su suegra en 300 lecciones fáciles” (que aún no se publica, pero
muchos esperan para leerlo).
Es que el libro de John Langshaw Austin, publicado por la Universidad de
Harvard en 1962, en realidad es un estudio muy especializado y minucioso sobre
la función fática del lenguaje con el que si no le corrige la plana a las funciones del
lenguaje de Roman Jakobson, cuando menos se la amplía.
La función fática se resume en que una acción se realiza por el mero hecho de
expresarla verbalmente. Me explico con un ejemplo que se me hace claro: se
ejerce la función fática cuando alguien dice: “Declaro inaugurados los juegos
campesinos de Veracruz”. ¿Se da usted cuenta? El hecho de la inauguración se
realiza cuando la expresa el personaje que dio inicio a los juegos. La palabra hace
el hecho. El título de la edición en francés de la editorial Seuil lo hace más
explícito: Quand dire, c'est faire (cuando decir es hacer).
Me he detenido en la función fática del lenguaje porque en México el Presidente
de la República parece haber secuestrado el término para su uso personal. Por
sus dichos en las mañaneras y sus declaraciones en todas partes, parece que él
cree que sus palabras hacen una realidad que es más real que la realidad (si me
disculpan el jueguito de palabras). Pero es cierto, si alguien le dice, por ejemplo,
que la inseguridad en nuestro país está en su peor nivel, que hay casi cien
muertos al día y que los grupos delicuenciales tienen controlada buena parte del
territorio nacional, él contesta de inmediato: “¡No!”, y en lugar de explicar nada
pasa a acusar a los conservadores, a la mafia del poder, a los hipócritas, de que
están en contra de su Cuarta Transformación y por eso le pagan a los medios de
comunicación, corruptos y corrompidos también, para que inventen una realidad
que no existe.
Él lo declara, y como dice que es el único poseedor de la autoridad moral, pues
su palabra es más fuerte que la realidad.
¿Que hay corrupción en su Gobierno y su familia? ¡No! ¿Que sus obras insignia
han salido muy caras, están mal hechas, no sirven y no están terminadas? ¡No!
¿Que sus hijos han hecho un clan de empresas para desviar presupuestos
millonarios en su favor? ¡No!
Y como sucede entre las cada vez más escuálidas masas morenistas, todos
siguen el ejemplo del Patriarca. Por eso Claudia Sheinbaum miente con tanto
cinismo al decir que el país va de maravilla con el Gobierno de AMLO o cuando
acusa de corrupta, sin pruebas, a Xóchitl Gálvez.
Y ya de Rocío Nahle ni hablamos….
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